Se dice
del siglo XX que es la época de las grandes revoluciones femeninas: sufragio
universal, emancipación de la mujer, divorcio, acceso a la universidad y
puestos de trabajo anteriormente exclusivos de los hombres. ¿Pero qué ocurre con
nuestra naturaleza maternal? La polémica generada con la aprobación de la Ley
del Aborto, ha sacado a la luz voces en contra que dejan de ser opiniones
personales y que se convierten en ataques contra la dignidad femenina. Tanto
las relaciones íntimas como el embarazo, son factores que se reducen única y
exclusivamente al ámbito de la pareja, y en el segundo caso, al criterio de la
mujer. La situación laboral, personal, económica y los principios personales
son puntos determinantes a la hora de decidir si la mujer desea o puede acceder
a la maternidad, por lo que el resto de juicios de valor ajenos que se hagan
desde fuera carecen de sentido. En una sociedad moderna, democrática y libre
los debates de este cariz ni siquiera deberían ser planteados, por muy líder
religioso que uno sea. Si nos abanderamos con la concepción de igualdad que sea
de un modo real y legítimo: no dudemos de la capacidad del género
históricamente reprimido para actuar sobre el transcurso de su vida y de su
realización personal como buenamente le parezca.
Los vivos, los amantes, los rebeldes, los locos, los luchadores, los pasionales, los sensibles, los mágicos.
jueves, 28 de junio de 2012
viernes, 1 de junio de 2012
Hermana muerte
Estás en el rojo terciopelo de mi vientre, en los gritos secretos que anuncian mi temblor de niña herida. Quiero mostrarme desnuda ante ti. Quiero que dispares el gatillo, que me ahorques, que me asfixies, que abras mis ojos hacia los horizontes marinos. De noche buscas a tus hijas iniciadas en el mal. No quiero que me salves. No lo repitas. Las campanas tocan a muerto. Invítame a ser un ama de cría. Mis manos abiertas reclaman sangre. Mi útero estrecho busca un pájaro desplumado. Nuestros besos mueren, tu lengua, la de mi hermana, la tuya, la mía. Si me tiendo en la cama me pudriré. Baja conmigo las escaleras. Cuece un caldo espeso para el diablo. Brotan lágrimas de mis senos. La luna celosa, ocupa mis ojos.
Begoña Callejón
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