"Espera un segundo", digo. Cojo esa mano grande y fuerte que tanto adoro.
Podemos recorrer incansables los parajes verdes y frescos del Caribe. Encoger y hacernos diminutos. Dejar que flote la felicidad entre líquido rosáceo y brillante dentro de una burbuja de cristal. Dormir a la intemperie, abrazados con mantas picajosas y unos músculos temblorosos. Rozarnos húmedos, pegajosos, darnos tanto asco que no seamos capaces de dejar de restregarnos. Silbar incansables mientras nos abuchean los tristes. Permitir que el sol nos ciegue y que la sal nos reseque. Comer con las manos, llenarnos de grasa las fauces, lamer nuestros dientes y arrancarnos restos de verduras de las caries. Fumar hasta que nos sangre el alma. Acariciar las piedras y besar a las serpientes. Soportarnos insolentes, abandonarnos empalagosos. Subir los altavoces al máximo y bailar hasta que el cuerpo diga "basta" y nos arroje al suelo exhaustos. Repartir dinero entre los indigentes. Arruinarles la vida a los empresarios. Robar un coche de policía y conducir sin destino hasta agotar la gasolina. Escupir chocolate sobre una iglesia. Reír a carcajadas, llorar a carcajadas cuando el silencio pretende proclamarse vencedor. Romper cristales de las ETT's. Huir a Marruecos, asentarnos en Francia. Leer la mitad de un libro e intercambiarlo para que nunca conozcamos el final.
Me miras con pena. Soy un animal loco y cobarde. Sueltas mi mano y no miras atrás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario