Mi querida bipolar:
Hace tiempo que no te veo, espero que estés bien.
Aquí, en el mundo, faltan cuatro días para que nos arrolle la primavera y todo está del revés.
En el Lejano Oriente la Tierra se ha enfadado y, en un escalofrío, ha agitado Japón. El agua inmensa ha querido tragarse todo. Tienen miedo, quieren escapar. Las nucleares están fuera de control. Dentro de cincuenta años, conmemorarán la catástrofe de Chernobyl y la de Fukushima. Aún recuerdo cuando defendías las renovables y criticabas a la OSN por jugar a ser Dios...
El mundo árabe también está agitado. La chispa de Túnez encendió la tea en Egipto, Marruecos y Libia. Están reescribiendo su Historia. EEUU y la ONU andan metiendo las narices en todo, aunque no sea su revolución. Ven la sangre y huelen el petróleo. Pero nuestros vecinos sureños se han hartado y han puesto los puntos sobre las íes a sus dictadores corruptos y a Occidente. La pena es que la revolución no ha sido blanca. La información que llega es confusa. No distinguimos a los buenos de los malos. Hablan de miles de muertos y subiendo. ¿Cuánta gente estará muriendo por la libertad en este momento? Dímelo tú, querida bipolar.
Yo sigo pendiente del Sáhara y de Palestina. Decías que era mi gran obsesión. Me gustaría ver algún día como éstos pueblos se desbocan felices por sus tierras. Les han echado de sus propios hogares sin ningún pretexto y les llaman terroristas. Hay cosas que no lograré entender jamás.
Es hora de que te deje, querida, muy a mi pesar. Mañana he de levantarme pronto para levantar mi vida.
Cuidate mucho y piensa en mí en los cinco minutos más cálidos del día.
Te amo, querida bipolar.
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