Él no sabe besar,
sólo muerde.
Fierecilla asustada
hambrienta
de gelatina roja,
carne tierna,
presa débil.
En su boca
miles de dientecillos caninos;
nada de lenguas dulces.
¿Y al follar
será su falo espinoso
el que termine de
aniquilar
a esta vagina triste?
¿Qué hay de malo en jugar a arrancarnos el corazón?
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