Los vivos, los amantes, los rebeldes, los locos, los luchadores, los pasionales, los sensibles, los mágicos.

martes, 27 de diciembre de 2011

Carne para la picadora

Encendió un cigarrillo. Otro más que consumía la noche después de tantos golpes. Caía lluvia helada sobre sus cuerpos temblorosos. El humo se fundió en la luna.
-Joder, colega... No sé cómo explicarlo. Es ésa sensación, ya sabes, La Sensación. El suelo comienza a tambalearse a cada paso. La peña se cruza a tu lado y le importa una mierda, cada uno va a lo suyo. Entonces sientes cómo te va inundando. El jodido tsunami. Y no puedes escapar. Ahora eres parte de él. Te preguntas por qué. Buscas respuestas por autocompasión. Va subiendo como una fiebre sin piedad. Las lágrimas resbalan pesadas por tu carita demasiado joven. Te restriegas las mejillas con asco. Va subiendo, digo, te va inundando una rabia tan intensa que... sólo puedes apretar tus colmillos hasta que suena un chasquido. Inmediatamente aparece el dolor. El dolor de verdad, hermano. El dolor en esencia, con todo lo que su significado implica. Y por fin lo sientes... Lo comprendes. El dolor eres tú, es él, es el todo. Parece hasta hermoso. Es tan fuerte, tan jodidamente fuerte que parece que el mundo se va a partir en dos si te liberas con un grito, con un puñetazo; si no lo haces, tú mismo vas a partirte en dos. Atravesado por un rayo. Un corte limpio, brutal, perfecto. Sólo quedarán tus dos pedazos de carne chamuscada. Sólo eso.
-Joder, tío... Eres muy fuerte, pero ni aún así podrás seguir adelante arrastrándolo... ¿qué piensas hacer?
-No pienso rendirme. No voy a darles esa satisfacción. Han caído muchos, tío, pero yo no. No podrán conmigo. Aquí sólo se rinden los canallas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario