Los vivos, los amantes, los rebeldes, los locos, los luchadores, los pasionales, los sensibles, los mágicos.

jueves, 18 de octubre de 2012

Fragmentos de Les fleurs du mal

19. El ideal.

...
porque no encontraré entre esas rosas pálidas
la flor que se asemeje a mi rojo ideal.

Lo que este corazón abismado reclama
sois vos, Lady Macbeth, alma fuerte en el crimen,
sueño de Esquilo abierto al clima de los astros;

o bien tú, inmensa Noche, hija de Miguel Ángel,
que apacible te retuerces, en extraña postura,
tus encantos labrados por boca de titanes.

62. A una Madona

...
y mezclar el amor con alguna barbarie,
¡voluptuosidad negra!, de los siete Pecados,
verdugo atribulado, haré siete Puñales,
bien afilados, y, como juglar impávido,
tomando como blanco tu más profundo amor,
¡he de clavarlos juntos en tu Pecho jadeante,
en tu pecho chorreante, en tu dolido Pecho!

47. A la que es demasiado alegre

[Ésta fue una de las composiciones condenadas en la 1ª ed. gracias a la increíble suciedad de mente de los jueces galos, que creyeron descubrir un sentido a la vez sanguinario y obsceno en las dos últimas estrofas]

Tu cabeza, tu gesto, tu aire
como bello paisaje, son bellos;
juguetea en tu cara la risa
cual fresco viento en claro cielo.

El triste paseante al que rozas
se deslumbra por la lozanía
que brota como un resplandor
de tus espaldas y tus brazos.

El restallante colorido
de que salpicas tus tocados
hace pensar a los poetas
en un vivo ballet de flores.

Tus locos trajes son emblema
de tu espíritu abigarrado;
loca que me has enloquecido,
tanto como te odio te amo.

Frecuentemente en el jardín
por donde arrastro mi atonía,
como una ironía he sentido
que el sol desgarraba mi pecho;

y el verdor y la primavera
tanto hirieron mi corazón,
que castigué sobre una flor
la osadía de la Naturaleza.

Así, yo quisiera una noche,
cuando la hora del placer llega,
trepar sin ruido, como un cobarde,
a los tesoros que te adornan,

a fin de castigar tu carne,
de magullar tu seno absuelto
y abrir a tu atónito flanco
una larga y profunda herida.

Y, ¡vertiginosa dulzura!,
a través de esos nuevos labios,
más deslumbrantes y más bellos,
mi veneno inocularte, hermana.


CHARLES BAUDELAIRE

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