Los vivos, los amantes, los rebeldes, los locos, los luchadores, los pasionales, los sensibles, los mágicos.

jueves, 26 de enero de 2012

Elegía a un moscardón azul

I 
Sí, yo te asesiné estúpidamente. Me molestaba tu zumbido
mientras escribía un hermoso, un dulce soneto de amor.
Y era un consonante en –úcar, para rimar con azúcar,
lo que me faltaba. Mais, qui dira les torts de la rime
Luego sentí congoja
y me acerqué hasta ti: eras muy bello.
Grandes ojos oblicuos
te coronan la frente,
como un turbante de oriental monarca.
Ojos inmensos, bellos ojos pardos,
por donde entró la lanza del deseo,
el bullir, los meneos de la hembra,
su gran proximidad abrasadora,
bajo la luz del mundo.
Tan grandes son tus ojos, que tu alma
era quizá como un enorme incendio,
cual una lumbrarada de colores,
como un fanal de faro. Así, en la siesta,
el alto miradero de cristales,
diáfano y desnudo, sobre el mar,
en mi casa de niño. 
Cuando yo te maté,
mirabas hacia fuera,
a mi jardín. Este diciembre claro
me empuja los colores y la luz,
como bloques de mármol, brutalmente,
cual si el cristal del aire se me hundiera,
astillándome el alma sus aristas. 

DÁMASO ALONSO
(España-1898)
De “Hijos de la ira”

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